Visitas

Buscar en blog

martes, 15 de mayo de 2018

Sobre “buenas” y “malas” especies forestales.


En variadas ocasiones, sin mediar estudios que respalden lo que se opina, se habla de “buenas” y “malas” especies forestales, satanizando inclusive a algunas.

Es cierto que si la naturaleza lo hubiese “querido”, existirían naturalmente eucaliptos en México, como hay pinos, encinos  y cactáceas, a nivel de centro de origen y diversidad genética. Sin embargo, eso no hace a las especies exóticas “malas” per se.

Está el caso de Gmelina arbórea, que bien portada, ha sido una especie introducida de la nadie se queja.

¿ Qué ocurre entonces con muchas otras especies forestales ? 

Que únicamente se introdujeron, sin los ensayos y monitoreo obligados para conocer  sus comportamientos. Y después, cuando ya se tornaron en un posible problema, nadie se hace responsable.

Eventualmente se asume la inmediatez  y no sus consecuencias. Se han introducido especies australianas que vienen de condiciones más agrestes que las mexicanas y que, por ende, son más agresivas y tienden a desplazar a las nativas, al apoderarse de su entorno.

Eso es como invitar a comer a un glotón y luego quejarse de que no dejó algo a los demás. 

Sin embargo, las especies no pueden ser clasificadas como “malas” o “buenas”. 

En el caso de los eucaliptos, que si bien son especies que pueden desecar terrenos por sus altos requerimientos de agua y ser alelopáticas, también es innegable su capacidad generadora de biomasa y, por ende, de fijación de carbono atmosférico y de producción de fibra maderable para usos varios. Por lo que lo “bueno” o lo “malo” de una especie, depende de para qué se les utiliza y en dónde se le establece; y si se realiza el seguimiento necesario a través  del tiempo (monitoreo).

Consecuentemente, no hay “buenas” y “malas” especies forestales, sino “buenas” y “malas” decisiones técnicas al respecto, que en muchos casos toman, desafortunadamente,  políticos designados en puestos que deberían ser ocupados por ingenieros forestales.

Para evitar tal problemática, en el futuro debería existir una norma oficial mexicana que obligue a los introductores de especies exóticas a monitorear su comportamiento y a reparar sus posibles daños colaterales, conforme a derecho ambiental mejor convenga. 

Cabe apuntar que las especies nativas no escapan a estas observaciones, por lo que también deberán ser consideradas.

lunes, 7 de mayo de 2018

Manejo forestal, con y sin calificativos


Existe proclividad a calificar las cosas, creándose eventualmente cierta confusión. Así, se habla del manejo forestal comunitario, integral, hollistico, participativo, proactivo, sustentable, persistente, adaptativo, de imitación a la naturaleza, de ecosistemas, entre otros muchos más, y sus equivalencias con “ordenación forestal” o de “montes”, buscando enfatizar en cada caso los elementos que más lo caracterízan, de los denominados ejes o dimensiones de la sustentabilidad. A saber: Ambiente, sociedad y economía; mismos que convergen en él y lo tipifican de manera diferencial.


Sin embargo, no puede haber tantos “manejos forestales”, sino uno solo, con el énfasis en aspectos ambientales, sociales y económicos, como sean las necesidades y circunstancias que cada caso amerite.


Por otra parte, con el denominado manejo forestal “comunitario” se debe ser cuidadoso, porque “community” en el extranjero y en México, no tienen un mismo significado. Adicionalmente, porque el manejo forestal participativo, puede englobar al comunitario, en cierto sentido.


En mi opinión, aquél debería ser denominado manejo forestal con énfasis en la socioproducción,  socialmente participativo o con énfasis en la biodiversidad, según aplique.


En fin, aquí no se busca decretar la verdad sobre el tema, solo exponer un punto de vista buscando claridad en los conceptos, para evitar los diálogos de sordos que eventualmente se sostienen entre los proponentes de la “bioeconomía forestal”  y quienes defienden enfoques de mayor biodiversidad y contenido social.