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jueves, 8 de noviembre de 2018

Los vaivenes de la NOM Semarnat 059


La firma de convenios vinculantes, que el gobierno mexicano signa alegremente porque buscan, se dice, conservar los recursos naturales para las generaciones futuras, a las que simultáneamente se les traslada deuda externa (alguna impagable), que hace suponer que pagarán, ante insolvencia, con los recursos que se busca conservar, con beneficiario final en el gran capital.


La firma del convenio CITES (Convention on International Trade in Endangered Species of Wild Fauna and Flora), impulsó nuestra NOM-Semarnat-59, donde se incluyen especies por decisión política, desconociéndose por qué no se hacen esfuerzos por sacarlas, puesto que, teóricamente, no debería haber especies amenazadas ni en peligro de extinción; y menos aún, listas crecientes.


Brillan por su ausencia las unidades de reproducción de las especies que se dice se busca proteger, lo que genera, en los hechos, listas negras con las que aumenta el valor de las especies en ellas, en los mercados especulativos de tráfico de germoplasma. 


¿ Pero cuales vaivenes ?.


La asimilación del Cupressus lindleyi (cedro blanco) con Cupressus lusitanica, tornó legalmente intocada a esta especie, aun cuando el propio gobierno estableció  plantaciones masivas de ella en los años cuarenta, con fines reforestadores; y no se trata de bosque naturales, sino plantados.


Quieren combatir el cambio climático, pero proscriben especies cuya rusticidad ha probado ser adecuada en el pasado mediato.


La inclusión del Cedrella odorta (cedro rojo) como especie que además está regulada por la ley de vida silvestre, con decisiones centralizadas en la dirección general de vida silvestre en la ciudad de México; que también abarca a la vegetación, pues vida silvestre es todo lo no cultivado, animal o vegetal, debe ser gestionada a través a UMA’s.


Ahora que inicie el proyecto de un millón de hectáreas del programa “sembrando vida”, que correctamente debería ser “plantando vida”, se tendrán que registrar como UMA todos los solares en donde sea establecido el cedro rojo, para ver si después dejan a sus dueños cosecharlo.


El más sonado fue la asimilación de Pinus ayacahuite como Pinus strobiformis, que duró poco, porque los genios de la NOM 59 no repararon en la cantidad de hectáreas plantadas con el denominado árbol mexicano de Navidad y que la presión política que ejercieron las asociaciones de plantadores, obligó su exclusión de tal NOM, lo que mueve a pensar que la supuesta protección de las especies no obedece a una necesidad real, sino a caprichos que son mantenidos o cancelados, según la fuerza política o mercantil de los actores.


Vamos a ver en que concluye el asunto del cedro rojo, pues ya se habla de su salida. Si el Banco de México hizo un billete conmemorativo de quinientos pesos, tal vez el comité de la NOM 59 libere especies para el programa estratégico “consentido”.


Después de 10,000 años, el enfoque agronómico de domesticación de especies, que originó la agricultura (incluidas la etnobotánica y la etnozoología), parece ser el mejor enfoque de conservación natural, más que la generación de listas negras que solo benefician a los traficantes de las especies en ellas, que lucran con los precios especulativos que las mismas les posibilitan.