El maestro José Verduzco
Gutiérrez, profesor de la hoy División de Ciencias Forestales de Chapingo, introductor
del primer curso de ecología forestal en México por los años setenta del siglo
pasado, sostenía que si las cifras sobre reforestaciones forestales de México fuesen
ciertas, el país debería tener 35 capas de árboles, por la danza de números que
suele manejarse.
Ha habido programas de
reforestación en México desde el porfiriato e incluso direcciones generales de
reforestación que, salvo honrosas excepciones, fueron dirigidas por burócratas,
más interesados en sus carreras políticas, que en la repoblación de los bosques
mexicanos.
Los “cementerios de planta”
del ejercito mexicano en los años noventa fueron célebres y ya olvidados. La
planta siempre se produce, pero mucha no es establecida o simplemente es tirada
en el campo o plantada con todo y bolsa, con resultados pobres, que quedan
evidenciados con los deslizamientos de tierra e inundaciones graves de las que
se culpa al cambio climático, que si tiene que ver, pero no de manera exclusiva.
Existen casos, como el del Estado
de México, que en su reporte 2010 de inventario forestal presume que su
coeficiente forestal ha incrementado. De ser cierto, no es la constante en el
país.
Varias empresas han creado,
para su ingeniería fiscal, organizaciones reforestadoras, cuyos números son de
pena ajena, pues el balance anual entre lo que se dice se deforesta, y lo que
se reforesta, suele tener saldo muy negativo.
Está claro también que
muchos hacen la reforestación sólo para la foto en “Facebook”, “Instagram”, “Twiter”,
“Tiktok”, “Youtube” u otro medio de difusión o propaganda; pero, in situ,
los bosques mexicanos disminuyen y se deterioran cada año más, aun cuando se pretenda
su conservación a base de “webinares”.
El seguimiento o monitoreo
de las reforestaciones y forestaciones en el país también es muy deficiente. Se
suele evaluar el primer año y después la planta puede perderse en su totalidad
en la siguiente temporada de sequía o incendios, sin que se de el seguimiento
que hoy día la tecnología posibilita, para evaluar el grado de éxito, real, del
establecimiento de árboles.
Los “expertos” puede
continuar en los “webinares”, pero los árboles, suelos y personas están en el campo, no en la nube digital.